miércoles, 4 de marzo de 2009

LOS HOMBRES NO LLORAN

La noche pareciera estar más ebria de lo normal, será por eso que después de 7 días de silencio, de campo y naturaleza, recién hoy siente ese impulso que nace mas allá de la razón, de apuñalar renglones hasta que sangren las palabras que me liberen de tanto dolor. El vaso esta vacio, pero la botella aun agoniza en últimos sorbos, ya saque a Felipe al patio y le di de comer las sobras de la cena, incluso lo ate a un árbol para que no vaya a hacer lio. Ahora puedo dedicarme de lleno a escribir lo que me trajo hasta este renglón.
Mis pupilas son las rocas secas del acantilado donde el agua salada no desborda mis ojos que con la mirada fría congela hasta la bruma…
¿Cómo se describe el llanto de un hombre? ¿Cómo se escribe un suicidio? ¿Y un asesinato? ¿Cómo deshacerse de esta feroz impotencia sin un homicidio? ¿Drástico? ¡No, para nada! ¡Maldición! Felipe está haciendo demasiado ruido, voy a entrarlo, odio que me desconcentren cuando escribo…
Lo entre a patadas y lo encerré en el baño, me hizo correr el maldito cuando trato escaparse, al menos sirvió de algo esta abrupta interrupción, sirvió para pensar y especular con mis últimos pensamientos. Homicidio… Aun no es el momento…
¡No. ¿Por qué?! Su imagen se me aparece nuevamente, acompañada por ese absurdo acto de autoflagelación que me produce esforzarme por retenerla y no dejarla ir de mi mente, aunque me estrangule las tripas. Y mi rostro, derrotado por la tristeza, inunda a mis ojos que en el reflejo de la ventana me miran con pena. Uno de los hombrecitos igualitos a mí, que habitan en mi cabeza, comienza a susurrarle a conciencia.
-¡Termina con esto de una vez, piensa en lo feliz que se la ve, recuerda que hace unos días te llamo para decirte lo importante que eras en su vida y lo mucho que significaría para ella que asistas a su boda.
Es cierto, quizás tenga razón mi conciencia y debería resignarme… Aunque antes quisiera hablar con ella, tengo una pregunta que hacerle. La voy a llamar por teléfono ahora mismo para terminar con todo esto que no es un cuento, ni una canción, ni una poesía, solo un rapto de locura. Mis dedos nostálgicos recuerdan de memoria los números que me llevan a tu voz, que pronto atenderá.
-Hola.
-Hola, soy yo, solo te llamaba para hacerte una pregunta. ¿A qué otro hombre escogerías como marido en el caso que no existiera el que ya has elegido?
-¿Qué?
Hizo una pausa, como atragantada de saliva y llanto y completamente enloquecida y a los gritos me respondió.
-¿Qué estás diciendo, te volviste loco? Hace una semana que no tengo noticias de Felipe.

No hay comentarios.: