jueves, 10 de diciembre de 2009

¿Quién mató a Doña Florinda?

PRÓLOGO

Debo ceder ante mi conciencia y advertirle a usted, inesperado lector, que este libro – NO ES PARA NIÑOS – dejando en claro esta premisa, sólo me queda prologar la obra del autor. Pasa a ser irrelevante el dato de que está en parte inspirado en un asesinato de público conocimiento, es más: quizás muchos no se den cuenta, porque la historia lo mantiene a uno en vilo y arrancando clavos de su asiento. El aliciente de los personajes de “la vecindad” (o del country) no hace más que enriquecer la obra en esta suerte de versión enferma de “Psicóticodelia Alucinógena Clónica” que lo hará ensuciarse de la risa. Por momentos hay poesía que lastima, reflexiones borrachas de miedos, peleas, reconciliaciones de alcoba, propuestas escabrosas y obscenas.
Esta tragicomedia de la realidad, a Gastón se le comenzó a garabatear sola y casi sin querer cuando en el año 98 escribe accidentalmente y publica la primera “Carta abierta” que Don Ramón le escribe a Doña Florinda en su segundo libro “Entre sábanas”, tratando de escribir un ensayo acerca de por qué Don Ramón se dejaba golpear por Doña Florinda.
El autor difundió sus libros en todas las líneas de subte hasta comenzar a sentir los primeros estigma de Minotopo, entonces decidió desperdigarse a través de su obra e incursionar en casi todos los ramales de trenes hasta llegar a las playas argentinas donde la gente descansa bajo el sol y cuando comienza a aburrirse es rescatada por uno de estos libros.
Pero a pesar de ampliar su estilo con cuentos fantásticos, los pasajeros o veraneantes seguían prefiriendo el libro que contenía la tan popular carta. Así fue como por algunas de esas Rarezas, en el 2002 decide matar a Doña Florinda con una canción que le escribe Clotilde a su vecina espiándola desde su ventana.
En el 2005, Gastón publica dos cartas de Florinda encontradas en la escena del crimen en “Rouge” (su sexto libro). Y en el 2007, presenta su declaración junto a todas las evidencias que tenía en su poder, junto a una última carta de Ramón que puede llegar a ser la pieza que faltaba para dilucidar este caso.

¿Qué se puede decir del autor?, qué se puede decir de este “cachivaliterato”, que es uno de los escritores más leídos de los últimos tiempos, ya que hace diez años que lo leen miles y miles de personas por algunos minutos al día, al ser difundidos por él mismo y otros secuaces en los medios de transporte, bares, plazas y playas; que es bastardeado por gente que no entiende, que no se da cuenta que la misión de Gastón es difundir e incentivar la lectura, porque después de todo, sólo los libros quedan como únicos testigos.
Pero bueno, si usted no lo conoce, ahora tiene la oportunidad de aflojarse los zapatos y gozar de este burdel atómico donde las palabras se revuelcan en imágenes en la mente del lector.

Paula Álvarez



¿Quién mató a Doña Florinda?

Estamos en la última instancia del juicio que nos revelará quien mató a Doña Florinda, y cada uno que tenga la oportunidad de leer los próximos escritos, podrá convertirse en juez y verdugo, ya que su sentencia será la que condene al culpable.
Como responsable de las cartas publicadas en los libros Entre sábanas, Rarezas y Rouge, he sido llamado a declarar ante el juez.
Como bien se sabe, vengo investigando este lamentable hecho desde hace tiempo, y todo lo que pueda aportar para resolver este caso será expuesto en estas páginas.
Su Señoría, le aseguro que si tuviera la certeza de saber quién o quienes fueron los culpables de tan aterrador crimen, los incriminaría sin dudar, pero a pesar de que el material de investigación es cuantioso, es tan rebuscado como incuestionable, se embrolla y se enreda, se enmaraña y se tensa por las evidencias halladas en la escena del crimen, una serie de cartas que nos esclarecen tanto como nos despistan del caso.
Un 5 de Mayo de 1998, Don Ramón se acercó a mi casa con una carta para que la publique en uno de mis libros. Acepté sin preguntar ya que se lo veía nervioso y vergonzoso, mirando el piso y cada tanto alzando esos ojos temblorosos, como pidiendo ayuda, retorciendo su gorro entre las manos… Ni bien acepté, me agradeció y se fue.
No era para menos, no debe ser fácil publicar una carta abierta a la mujer que uno ama, más aún sabiendo que Doña Florinda en ese momento, estaba casada con el profesor Jirafales.
Finalmente la carta fue publicada en el libro “Entre sábanas”.

“Carta abierta de Don Ramón a Doña Florinda”
Fue una noche en que mirando al espacio,
al cielo, al techo de mi cuarto vacío,
en una riña con mis alucinaciones,
transformando las manchas de humedad en el más ínfimo deseo. Así. Tan claro como el viento.
Tu rostro, se reflejó en mis ojos y se talló en mis pupilas.
Me resistía a dormirme,
ya que cuando cerraba los ojos, podía verte a colores.
Unos golpecitos en mi ventana junto a un susurro desconcentraba mi insomnio.
--Ramón, Ramón. Dale flaco levantáte! – Escuché.
Al abrir la puerta me encontré con el “Gordo”, que en este caso por la cantidad de botellas que traía en sus manos, me di cuenta que no venía a cobrarme la renta.
-¿Qué hacés gordo? son las tres de la mañana- Recuerdo que le pregunté -Ándale, vístete y deja la puerta abierta que detrás mío viene el “Profe”, fue con el carro a buscar unos habanos y algo para levantar el ánimo, hoy vamos a festejar mi cumpleaños-.
Reconozco que en otro momento hubiese aceptado sin dudar, pero esa noche me sentía raro, como melanculeado.
Pero bueno Barriga es mi amigo, y se lo veía entusiasmado, así que habiendo olvidado su cumpleaños, solo atiné a abrazarlo y felicitarlo.
Cinco minutos más tarde, mientras el Gordo preparaba unos tragos, llegó Longaniza y puso algo de música, inmediatamente les sugerí que no lo tomaran a mal, pero que bebiéramos algo ahorita y nos largáramos de mi casa, ya que tenía miedo de perturbar el sueño de mi niña, y sin perder tiempo, la mesa que descansaba desnuda en la sala, se vio abrigada velozmente por varias botellas un plato y un billete enrollado… Que pide a gritos que lo gasten….
Y de saques, whiskys y tequilas, mientras los muchachos preparaban unos licores para el camino, fui a buscar mi sombrero y a vigilar el sueño de mi niña que por suerte dormía tranquila.
La calle nos llevó de aquí para allá, y no recuerdo en que aquí o en que allá y mientras el gordo no paraba de encararse minas con Longaniza comenzamos a hablar de ti…
Tampoco recuerdo por qué discutí con el profe, en ese momento pensé que las copas habían pegado mal y que por eso terminamos a los piñas.
Pero hay algo que sí recuerdo, algo que siento como real, pero que pudo ser otra alucinación…
Recuerdo a mis cansados pasos llevándome a casa, lúcido y aturdido, con resaca pero sobrio. Una vez en el patio, sin saber por qué, mis pasos me abandonaron al pie de tu ventana…
Y allí hasta el amanecer, observé tu cuerpo desnudo que yacía sobre la cama… Y solo podía esperar expectante cualquier movimiento que te desnude…
La luz del patio de la vecindad, reposaba en tu cama entrando por la ventana, delatando a mi sombra que opacaba las flores de las sábanas, que apenas cubría uno de tus senos y parte de tu vientre, que parecían asfixiarse enroscadas entre tus piernas…
Pude ver tus ruleros aferrarse a la almohada, mientras recordaba cada cachetada, alucinando imágenes vagas, como que algún día, acaricies mi cara…
Con mis manos sensibles a la sombra, acaricié tu espalda, tus caderas, cuando repentinamente, tus piernas se desprendieron de las flores que ocultaban tu desnudez.
Mi bigote se erizó y salí corriendo, llevándome puesto todo lo que había en el camino, y entre jaulas, ladrillos, baldes y hasta un barril, pude llegar a mi casa, no si antes terminar casi decapitado por la soga de colgar la ropa.
Al otro día volvimos con la vieja rutina, tus enojos y las cachetadas, pero hay algo que quiero que sepas, ya nada más importa, serán eternas caricias, caricias para mi cara.

Don Ramón.

Yo estuve esa noche en el bar que describe la carta. Los vi llegar juntos a Don Ramón, Jirafales y Barriga, este último con un plato debajo del brazo que se había traído de la casa de Don Ramón. Llegaron como a las 3 de la mañana, al bar “Los Duraznitos” que esta entre Goyeneche y Jorge Corona, se los veía ultra rígidos y por momentos se despachaban con carcajadas, y tal como lo describe la carta, barriga era el más alborotado, encarando y prometiéndole amor eterno a cuanta señorita se le cruzara. También llegué a ver la discusión entre Don Ramón y Jirafales, en realidad unos borrachos más borrachos que ellos comenzaron a agredir a Don Ramón por su condición de hombre golpeado, de ahí comenzó a discutir con Jirafales y este último pegó primero y como era de esperarse pegó dos veces. Don Ramón cayó al suelo y después de un segundo se levantó prendido a una silla, que estrelló sobre el cuerpo de Jirafales, que apenas pudo atajarse. Lo cierto es que se trenzaron a los golpes hasta que Barriga logró separarlos, después Don Ramón desapareció perdiéndose en la noche…Al igual que Barriga, pero este acompañado por una joven y hermosa señorita. Antes de partir del bar, vi a Jirafales absolutamente derrotado pidiendo otro whisky en la barra.
Pasaron cuatro años, precisamente el 28 de septiembre del 2002, el día en que hallaron el cuerpo de doña Florinda, en la bañera de su casa con seis tiros en la cabeza. Así como decía la segunda carta publicada en el libro Rarezas, llevaba las marcas de los daños que ella misma se había infligido en sus actos de locura (según lo que relata la primera carta encontrada en la escena del crimen). Esta carta estaba escrita en segunda persona, y existía la sospecha de que fuera la letra de una canción escrita por su vecina del “71”mientras la espiaba por la ventana, momentos antes de que Florinda pereciera. Llegó a mí poder anónimamente y decidí publicarla en el libro Rarezas ya que la situación era bastante extraña.

“Balada para la vecina de la PB 14”

Tirada en la noche está,
arma y rompe su cabeza,
velando sueños rotos…
Lágrimas negras
surcan las grietas de su cutis
húmedo y desvaído…

Desnuda,
diáfana a la luz de otra madrugada
da vueltas y más vueltas,
en nubes de pastillas,
trastabillando en gritos,
los más sangrientos gritos.

Ojos color de arena,
Ojos llanto de sal,
Dejáte llevar…

Tropieza y se desmaya
Y su cuerpo que lentamente… Se apaga.
El alba, mirándola con lástima
acaricia su espalda,
y un ángel se hace polvo y le ensucia la cara,
pero no logra levantarla,
solo enciende sus ojos… Perdidos en la nada.

Ojos color de arena,
Ojos llanto de sal,
Cuanto más aguantarás…

Un jadeo incesante
premedita otro ataque de locura,
afila la rabia sus uñas traicioneras,
escarbando la piel,
arrancando viejas caricias,
que han quedado en su piel tatuadas…

Ojos color de arena,
Ojos llantos de sal,
Ya no sufrirás…

Ahora su mirada yace mansa
en los pobres vestigios
de su tenue y confinada respiración.
Con los labios resecos, busca lamer sus uñas,
como un gato agonizando sus heridas…
Sus pupilas son el centro
De un universo nefasto…
Donde el alma se retuerce
por última vez…

Posteriormente el 7 de Agosto del 2005, casi tres años después, ya con Jirafales como principal sospechoso y detenido a la espera del juicio, me llegaron dos cartas halladas en la casa del crimen que compartían Jirafales, Florinda y en ocasiones Kiko, (cuando tenía salidas del internado), ocultas en un primer momento. Una de ellas escritas presuntamente para Don Ramón (ya que describía situaciones similares vividas, descriptas por Don Ramón en su carta abierta) pero generaba ciertas dudas al no precisar el género de la persona a la que le escribía.

“Carta de Doña Florinda”
Desde el momento que te vi asomarte a mi ventana, y sentí el hipnotismo de tu mirada calando los más recónditos secretos de mi alma, desde esa noche en que mi piel floreció en el reflejo de tus intensos ojos… Supe que te amaba, y ansiosa, noche tras noche, aguardaba inquieta tus pasos hacia mi ventana…
Hacia mi cama…
Ahora temo perderte…
El ya lo sabe… Ya me advirtió que te dejara…
Temo que te haga daño…

Florinda.

La segunda carta, era un pequeño cuento escrito en primera persona de puño y letra por Doña Florinda, el texto lleva por titulo “No dejes de escribir…”que también presentaremos en esta declaración, revelando un impredecible desenlace erótico, por lo sugestivo del contenido y la firma de la autora al final del cuento. Alimentando distintas hipótesis que hasta ese momento a nadie se le hubiesen ocurrido, generando aún más dudas.

“No dejes de escribir…”
Literalmente estoy tendida sobre unas hojas en las que escribo. Recostada en una abstracción que busca tomar forma, en esta noche de lluvia y jazz que me sumerge en la senda de este adormecimiento… Sólo mi mano, que dibuja este momento con palabras…
Mi gata está inquieta, en celo. Me cabecea y se me encima, como queriendo empujarme. Se trepa sobre mi hombro y se rasca sin importarle nada, solo quiere que le preste atención.
Finalmente logra su objetivo, ya no sabe qué hacer, se retuerce sobre mi vientre, me hace cosquillas con su cola movediza que me roza el cuello, el mentón; nuevamente se inquieta y otra vez comienza a empujarme con fuerza. Bueno, esta gata está tomando demasiado protagonismo en el sofá y en estos renglones… ¡Fuera!...En cualquier momento debe estar por llegar ella, me dijo que pasaría por la noche a verme al término de su clases de Magia, el tono de su voz presagia malas noticias.
Otra vez esta gata, ya se está poniendo demasiado molesta, pisoteando la hoja y mordisqueando la lapicera…-Basta, basta, basta, ¡¡¡Fuera!!!!
Me mira, estoy segura que quiere decirme algo, que lástima que los humanos no hablemos su idioma.
Me quedo mirándola a los ojos, verdes, oscuros.
¿Y los míos? Seducidos por los suyos. Parpadeando lentamente… Se entregan al sueño…

Me quedé dormida, pero mi mano sigue sosteniendo la lapicera, me pareció escuchar la puerta. Seguro que es ella, voy a atenderla.

Llegó hace unos diez minutos empapada de lluvia y llanto. Ahora está en el baño, voy a prepararle un té con miel y limón.

Bebió solo un sorbo y lo dejó sobre la mesa ratona, se acomodó en el sillón, acunándose con su habitual ternura encerrándose en un profundo silencio. Voy a abandonar la escritura y tratar de hablarle.

Ya lo sabe… Y quiere matarte… Estas fueron sus palabras y bastó para que me aliara a su silencio...

Sus palabras me enmudecieron pero mi mano alterada junto a la tinta escribe sobre su espalda.

La abrazo contra mi cuerpo, la siento fría…

Ahora pareciera dormir profundamente… Comienzo a sentir la humedad de su ropa. Voy a desvestirla para arroparla. Lleva puesto un vestido azul con un broche que yo le regalé.

La presiono contra mi cuerpo, para darle calor y las yemas de mis dedos sincronizadamente con los de mi diestra que en una tormenta de tinta no puede dejar de escribir y mi siniestra que se deleita, se embruja y se pierde entre el fuego y el hielo, experimentando, inventándole virtudes al tacto.

Su respiración en mi vientre se hace fuerte, sabíamos que esto algún dia pasaría.

¿Pero desde cuando el amor acepta advertencias? Si el temple de un espíritu osado se excita con lo prohibido. ¿Como debería sentirme ahora?... Me pregunta qué estoy escribiendo. Le leo los últimos renglones. Logré robarle una sonrisa.

Aún apoyada sobre mí, me mira a los ojos como se mira al cielo, comienza a erguirse hasta mi boca, donde deja un beso en mis labios y me susurra al oído - No dejes de escribir - Comienza a besarme la mano, trato de contar sus besos que a veces lentos se revuelcan en mi piel y otros veloces coleando cosquillas por todo mi cuerpo, ansiosos y otras veces lentos, esponjosos, húmedos, tan tiernos como los segundos previos de una niña a punto de sentirse mujer.

Me tiene tendida boca abajo, me prohíbe dejar de escribir, siento sus labios recorriendo mi espalda, sus manos aferradas fuertemente a mis caderas y de sus tiernos labios nace su lengua lujuriosa que humecta mi rosa que aflora y se entrega…

Me quedé dormida, pero mi mano sigue sosteniendo la lapicera, están golpeando la puerta, seguro que es ella, voy a atenderla. Y mi gata sigue inquieta.

De F. para C.

Pero para comprender mejor este caso, repasaremos los acontecimientos del crimen que hasta ahora fueron de público conocimiento y analizaremos a cada uno de los sospechosos imputados e implicados en la noche del asesinato.

Doña Florinda: 35 años de edad, sin hijos (a pesar de la relación enfermiza que llevaba con su hermano mayor), al momento de su muerte, llevaba siete años de casada con el Profesor Jirafales, un matrimonio conservador alterado por un supuesto público amorío que mantenían Florinda y Ramón.
Apareció muerta en la bañera de su casa con 6 tiros en la cabeza.
Jirafales: 52 Años, esposo de la víctima, Profesor en el “Instituto del Limado”, es el primer sospechoso e imputado, ya que no quiso hacer la denuncia porque según lo que declaró, “pensó que la víctima habría sufrido un accidente en la bañadera”.
Srta. Clotilde: 49 Años, Soltera, solitaria y nigromante, fue la mejor amiga de Doña Florinda, se dice que el poema encontrado en la escena del crimen era una canción que ella le habia escrito a Florinda momentos previos a que su amiga muriera y como el escrito apareció cerca de la puerta de entrada, se sospecha que pudo haberla ingresado por debajo de la puerta, aunque no había forma de probar estas últimas conjeturas, ya que la Srta. nunca se hizo cargo y se niega a hablar del tema.
Kiko: 47 años. Kiko padecía un severo retrazo mental y una manía psicótico-alucinógena de creerse niño e hijo de su propia hermana, una extraña enfermedad, una especie de virus que sufrían algunas personas por trabajar tanto tiempo de lo mismo, este germen lleva por nombre Psicoticodelia Alucinógena Clónica. Las patologías de esta enfermedad se manifiestan en los individuos desarrollando una especie de clonación de su persona actuando en la realidad o se volvían cucarachas Kafkianas.
Don Ramón: 38 años, desocupado, padre de una hija y viudo. Se sabe que fue boxeador y torero.
Como última prueba de este espeluznante crimen, publicaré esta última carta de mi amigo Ramón, que encontré en un viejo libro hace unos días, esta será la última prueba que aporte y, creo yo, la que finalmente ayudará a revelar este misterio.
“Carta de Don Ramón”
Ella dejó de ser la joven mujer que se encantaba cada vez que llegaba ese hombre mayor a verla, para convertirse en la creación de una fantasía.
Parece que fue ayer cuando casi me animo a encararla, mucho antes de que El apareciera en su vida, pero no, no me animé y fue el acto de cobardía más pesado con el que me tocó cargar, ya que quizás las cosas hubieran sido distintas...
Aún recuerdo esa noche y me veo con todas mis debilidades de hombre sencillo apunto de acercarme a hablarle y trato de alentarme, pero no me escucha, no me escucho, y lo veo a ese yo fracasar sin intentarlo y no sé, quizás haya tenido que ser así.
Conozco a Florinda desde su adolescencia, yo era un poco más grande que ella y por distintas situaciones nunca se producía el momento propicio para que pueda hablarle, ya sea porque estaba acompañada ella o yo, o no estar de agallas ese día, la verdad es que siempre temí hablarle, tanto que terminé por resignarme y lo que sentía por ella fue transformándose en indeferencia.
Será por eso que después trataba de llamar mi atención con cachetadas y yo… Cómo no entenderla, si a su vez moría de amor por ella, pero estaba seguro que no funcionaría, ella se merecía algo más de lo que yo podía ofrecerle.
Florinda vivía con Kiko y aunque algunos creían que eran madre e hijo, la mayoría al verlos se daba cuenta que ese hombre era mayor que ella y, por consecuencia, imposible. Doña Florinda se hizo cargo de él y lo llevó a un colegio de chicos con Capacidades Diferentes, en ese colegio fue que conoció al profesor Jirafales.
Debo reconocer que fue amor a primera vista. Recuerdo que fui a buscar a mi hija al colegio (que pobrecita padecía una enfermedad que la hacia llorar a los gritos) y los encontré frente a frente, con sus rostros mutando en facciones y muecas masturbatorias, mirándose como quien mira el objeto más deseado en una vidriera.
Desde ese dia casi todas las tardes, Jirafales iba a tomar una tacita de café a la casa de Doña Florinda y le llevaba un ramo de rosas, hasta que finalmente se casaron y vivieron juntos en el Country. Perdón, quise decir, en la vecindad.
Jirafales era un viejo conservador que solo mantenía sexo con Florinda una vez al mes, y el acto sexual consistía en un ritual repetitivo de arriba y abajo y solo duraba unos minutos. Por alguna razón, el tener una mujer a la que veía como a su esposa, de una conducta intachable, “casi” virgen, apenas cogida, era lo que lo impulsaba a adorarla como a ninguna.
Por otra parte este hombre aburguesado y moralista, guardaba sus secretos más oscuros en Burdeles Atómicos, donde se perdía en excesos y giras con putas de ganga, giras que culminaban cuando llegaba al hogar junto a su respetable esposa. Solo así, parecía lograr su plenitud.
Por otro lado, la novela que Florinda vivía, se fue tornando repetitiva, cinco años de casada fue lo que duró la fascinación de ser sometida por ese hombre castrador que la obligada a llevar su cabello atado y cubrir su cuerpo con ropas puritanas.
El aburrimiento fue avivando en Florinda curiosidades que fantaseaba a solas en su alcoba alucinando los más adrenalínicos capítulos.
¿En que estaría pensando esa noche que la vi desde la ventana?
¿Habré sido yo en algunos de sus sueños el culpable de que lleve sus manos entre sus piernas?
Jamás lo sabré.
Lo cierto es que una noche mientras caminaba por las sombras, entre pasajes y callejones, donde buscaba reponerme de más insomnio, me detuve a rascarme la nariz y comencé a escuchar unos chasquidos de besos que provenían de una pareja que estaba cerca. Pensé en retirarme, ya que hasta las nubes eran cómplices encapuchando a la luna que como una vieja chusmea desde una vereda cósmica.
Después del ritual de buscar el pañuelo, desplegarlo con cuidado, sonarme en silencio, cerrar el pañuelo, guardarlo…………Mmmm………… Abrir de nuevo el pañuelo, y sonarme una vez más… Encendí un cigarrillo y parece que habré soplado tan fuerte el humo que se corrieron las nubes y la luna dejo salir a las sombras, que en este caso tomaban las formas de Clotilde y Florinda semidesnudas entrelazadas contra la pared.
Clotilde llegó a verme, estaba con su vestido desprendido hasta la cintura, mientras que Florinda, montada sobre la pierna reclinada de su compañera, lamía ansiosa sus pechos.
Pensé en seguir mi camino, (odio a los policías de corso que no mojan ni dejan mojar), sin embargo me quedé estático. Clotilde me miraba fijamente y parecía disfrutar de mi presencia, aunque Florinda no tuviera idea de que yo estaba. Ambas exclamaron unos gemidos ardientes hasta terminar en el más tierno de los besos, fue ahí donde Florinda me vio… Y no puedo precisar si me miró aterrada o con bronca o con ambas. Todo duró un segundo, Clotilde la contuvo rápidamente y la abrazó de una manera que no pudiera verme, la ayudó a vestirse mientras le hablaba de la manera más tierna, ambas dándome la espalda, y lentamente se perdieron sumergidas en la oscuridad… No sé cuanto tiempo quedé parado ahí, tieso como una estatua, (duro, como si nada) sin el más mínimo movimiento desde que mis ojos chocaron con la imagen de ellas dos.

Pasaron algunos días y nada parecía alterar los secretos ocultos de todos los que interactuábamos cotidianamente en el vecindario, el profesor Jirafales se había ido de viaje o estaría en una de sus giras, ya que mi hija no tendría clases por unos días y la mandé a la casa de la abuela. Una noche en que empecé a dar vueltas alrededor de la casa, esperando dormirme, encontré un sobre al lado de la puerta, llevaba una nota que decía: “Te esperamos en mi casa” Clotilde.
Mi primera reacción fue agradecerles a los dioses el no haberme masturbado hace varios días, la segunda reacción fue pensar en masturbarme antes de ir al encuentro ya que podría llegar a sobrecalentarme la situación y acabar en un minuto.
Así fue que resolví hacerme una “Rápida”, ir a bañarme, y tomarme un licuado con Maní, Ades, Kiwi, Apio, Leche cultivada, Actimel, Aloe vera, Huevo, y medio Viagra.
Mientras tomaba el licuado aproveché a recortarme el vello púbico, para descubrir varios centímetros de pene inútilmente encubiertos y a modo de consideración para que la que esté por ahí abajo, no se detenga por la ingesta de algún vello.
Frente al espejo, como un soldado que va a matar a una de sus más grandes fantasías, me acomodé el sombrero y me encaminé a cumplir mi deber.
Clotilde me abrió la puerta de su casa, era la primera vez que la veía sin su vestido azul, llevaba una bata de gasa que traslucía su desnudez y sus cabellos sueltos cubrían por momentos sus senos.
-Te esperábamos un poco más tarde.- Me dijo Clotilde amablemente.
Fue un segundo incómodo, pero no me dio tiempo a responder y continuó -Pero no importa, pasá, estamos en el baño.
Me hizo pasar y fuimos derecho al baño. Ella iba delante de mí y llevándome de la mano, pasamos por la cocina y me dijo que lleve un banquito, porque que ella estaba ayudando a Flor, sin detenerme con la mano que llevaba libre tomé el banquito y seguí de la mano de Clotilde hasta que abrió la puerta del baño. Lo primero que vi, además de la espalda de Clotilde (que tapaba el centro de la imagen) era un baño de grandes dimensiones, de azulejos blancos, un botiquín que en su espejo reflejaba una hermosa pierna, y Clotilde que se hace a un lado dejándome frente a Florinda, que sentada al borde de la bañera, con una bata de seda y una de sus piernas sobre un banquito, que me miraba casi con vergüenza, y por momentos seria, pero como conteniendo la risa, y ocultándose detrás de algunos rulos que parecían rebotar desde su cabeza.
Clotilde se puso detrás de ella y parecía continuar sacándole los ruleros a Florinda, diciéndome:
-Acomodáte con el banquito donde quieras.
Obedecí en silencio. Luego encendió una máquina a la que le depositó una barra de cera, y continúo diciendo:
-Mejor vamos al comedor, esto va llevar tiempo.
Tomó a Florinda de la mano y se la llevó al comedor, me dijo que tomara asiento y fue a la cocina a buscar una botella de vino que me dio junto a un sacacorchos, y fue a buscar tres copas, Florinda estaba sentada con los pies sobre la silla y no me atrevía a mirarla ya que casi no emitía sonido.
Clotilde era la más desvergonzada y a medida que pasaba la noche y las copas, nos fuimos desenvolviendo y fueron apareciendo las primeras carcajadas, y me contaron que hacía un año y medio que estaban juntas, y Florinda me contó algunas cosas de su matrimonio con Jirafales y todo era tan amigable que me estaba a empezando a preguntar que estaba haciendo ahí.
Clotilde encendió unos inciensos y comenzó con la parte más interesante de la charla, cuando me comentó que estaban buscando formar un trío.
- El único problema, es que no nos ponemos de acuerdo en algo.
Me quedé en silencio, no hacía falta preguntar nada, solo debía seguir escuchando.
-Florinda quiere que ese tercero sea una mujer, y yo quiero que sea un hombre.
Seguí en silencio y solo atiné a ver la mirada maldita de Florinda que de a ratos se reía como una nena tímida. Yo dejé de existir por un momento. Clotilde continuó:
-Yo sé que ella sería incapaz de enamorarse de un hombre, por eso creo que incluir a una mujer es demasiado riesgo.
En cambio con un hombre es distinto –y dirigiéndole una mirada cómplice a Florinda, continuó -Vos sabés qué es lo único que me gusta del hombre. Juguemos con fuego, pero sin quemarnos, amor…
Y se acercó a Florinda con un beso. Un largo beso y algunas caricias, luego se detuvieron para mirarse a los ojos y tomarse de las manos para ir al dormitorio, donde claramente se podía dilucidar (ya que no cerraron la puerta) que se estaban reconciliando.
La mitad de mi cerebro quería tirarse de cabeza y me ordenaba que me quitara la ropa, la otra mitad no reaccionaba, estaba sentada como yo, sin saber qué hacer. Lo primero fue llenarme la copa hasta el borde y hacer un fondo blanco, lo segundo fue levantarme con cautela, como sin querer, como quien no quiere la cosa, hasta acercarme al dormitorio.
Estaba muy cerca y desde la puerta podía verlas perfectamente, totalmente desenfrenadas como si no pudieran verme. Noté que a su vez hablaban mucho mientras lo hacían. ¿Se dirían obscenidades? Realmente me sentía como un pene gigante y pensé en sacarla, pero me detuvo la idea de que podía cebarme y si en algún momento era solicitado, yo podría estar en el baño fumando un cigarro y lavándome las manos. Así que esperé. En vano, porque ni bien terminaron, se besaron y se dirigieron al comedor pasando por delante de mí como si no existiera.
-¿Viste que rico que es este vino?- me dijo Clotilde.
-Si. - le respondí con cara de me hubiese hecho una.
-Lo elegí yo - Me dijo Florinda.
-Felicitaciones, esta riquísimo - le dije con cara de, “estás más buena que el arroz con leche”
-Nosotras tenemos que terminar de depilarnos, acompañános al baño y traé el vino así no te quedás solo. - dijo Clotilde poniéndose de pie.
Una vez en el baño, Florinda se acomodó al lado de la máquina depilatoria y Clotilde se desnudó para entrar en la bañera, y abrió la canilla de agua caliente.
Inmediatamente el vapor se concentró.
-Sacáte la ropa y dejála fuera del baño para que no se te humedezca - me ordenó Clotilde amablemente.
Obedecí y me quedé en calzones, con la tranquilidad de que llevaba puesto el sano y limpio.
-Ramoncito, ¿querés ir a buscar otro vino que hay en la cocina?
Me dijo Florinda.
-Si, si… Justamente te iba a preguntar.- Le respondí para tapar ese “SI, si” ansioso, que sonó medio desesperado y aparentarme más relajado.
Cuando llegué de la cocina Clotilde ya había salido de la ducha y llevaba una bata de toalla apenas cerrada, ya que dejaba casi al descubierto sus pechos, y ayudaba con la depilación a Florinda.
Por suerte existían pequeñas charlas sin sentido que rompían con el hielo que ya se había derretido con tanto vapor y desnudez.
-¿Nunca te depilaste? – Me preguntó Florinda.
-Y no, la verdad que no. –Respondí.
-Deberías, tenés unas piernas hermosas, pero están muy peludas. – Acotó Clotilde.
-Es cierto.-Agregó Florinda y comenzó a acariciarme la pierna izquierda, con un gesto raro (pensé que, tal vez, el masajista de Maradona hubiese puesto esa cara).
-¡Ay mirá Clo, tiene la piel muy grasosa!-Se escandalizaba Florinda al acariciarme el rostro.
-Ah no no no, tenemos que hacer algo, Ramón, relajáte que te vamos a atender.-Dijo Clotilde y encendió la radio y una música casi hipnótica con guitarras de western y trompetas mexicanas se apoderaban de un mareo alucinógeno.
Me hicieron recostar en uno de los bordes de la bañera que era como una gran tabla y servía perfectamente como camilla.
Ambas comenzaron a bañarme con esponjas, Florinda tomó mi rostro y me aplicó unas cremas y unas rodajas de kiwi en los ojos junto a una toalla caliente, masajeó mis rasgos y me entregué a la oscuridad y a los placeres del tacto que por momentos ardía tanto como le debe arder al fuego el agua.
La borrachera sedaba mi adrenalina y la concentraba en mi sexo, que comenzaba a perder la paciencia y a demandar acción, ya que mi piel perdía el rastro de caricias. Me fui quedando dormido, de tanto encierro, alcohol y vapores, que me fueron perdiendo en una dolorosa pesadilla: soñé que, atado por mis piernas, era arrastrado por un caballo montado por Clotilde y Florinda. Sentía dolor, un excitante dolor.

Desperté a mis ojos y me levanté, frente a mí estaban ellas dos observándome fascinadas y con sus miradas hambrientas.
-Haber papito, vení.- me dijo Clotilde.
Me acercaba algo mareado y totalmente entregado, podía sentir el aire de sus respiraciones por todo mi cuerpo que nunca se sintió más desnudo, cuando pasé frente al espejo y me vi absolutamente blanco, casi transparente, solo piel pelada, sin mi bigote, ni mi pelo en pecho, solo mi cabello que ahora se deslizaba lacio sobre mi frente. Mientras trataba de reconocer a mi prototipo lampiño, Florinda me atacó por la espalda con caricias y besos, que no pude más que responder con más besos, mientras Clotilde se encargaba de la mitad inferior pero no menos importante de mi cuerpo.

Los besos con Florinda parecían ahogarse en nuestras bocas, y parecían llevarme a otro mundo que me llevaba a perder el conocimiento experimentando todo tipo de conmociones.

Revueltos de besos, salivas, sudor y flujos, todo empezó a suceder en breves imágenes que apenas pude ir recordando… Veo a Clotilde cabalgarme excitada, mientras Florinda se sienta en mi cara… Las veo tratar de besarse atravesando con sus lenguas mi sexo… Más revueltos… Más ansiosos… Los cuerpos se deslizaban adquiriendo nuevas posiciones… Hasta que en una de esas me apodero de la cintura de Florinda mientras que Clotilde comienza a mojar una toalla con agua caliente y a tornearla con un cepillo de dientes en el centro hasta convertirla en una especie de bulón… Florinda comenzaba a gritar y a excitarme aún más… Clotilde extrae del botiquín un profiláctico y se lo pone a la toalla mojada que pareciera rellenarlo perfectamente, se nota que no era la primera vez que lo hacía… Y después de lamerlo lo introduce en unos de los huecos disponibles de Florinda… Eso casi me hace estallar, ya que en el momento justo cambiaron las posiciones y esta vez Florinda se apoderó de la manualidad hecha por Clotilde que se acomodaba para que yo ocupe unos de sus huecos… Eso volvió a excitarme, sin saber que ahora sería mi turno, para que Florinda me sometiera con su instrumento…

Y volví a perder el conocimiento… Cuando desperté, ellas dormían abrazadas sobre la mesada de la bañera y yo dentro de esta… Me vestí con cautela, se podría decir que casi con miedo a que despierten… Me fui silbando bajito… Y la luna no llegó a verme ya que a esa hora estaba de espaldas…Abrí la puerta de mi casa y cuando le di un impulso para cerrarla, miré hacia la casa de Florinda, donde por su ventana me pareció ver una gorra de colores con dos rulos con forma de cuernitos, la puerta se cerró e inmediatamente corrí hacia la ventana para ver si era Kiko, pero no había nadie, y ahora no estaba seguro si sería una alucinación. Por suerte yo estaba solo en casa ya que mi hija seguía en la casa de su abuela.

Pasé el día encerrado sin emitir sonido, con mis ojos abiertos como la llama de un calefón sin agua. Pude escuchar a Florinda cambiarse de casa a eso de las 6 de la mañana y pensé en advertirle lo que había visto, pero no, no me animaba a mirarla. Y así pasé el día. Aturdido. Desorientado.

Cuando calló la noche, otra nota se deslizó bajo mi puerta… Esta noche nos encontramos otra vez…Clotilde.

Esta vez no estaba tan animado, en realidad me sentía un poco asustado… No sabía qé hacer, de ir nuevamente debería aceptar la reglas así como estaban… Y la verdad, me dolía un poco jugar con Florinda…Y luego aparecían ellas dos en ese rito al erotismo, en donde se ofrendaban tantas caricias haciéndole cosquillas a la libido… Empezaba a preguntarme qué hacer… Dejé surcos por toda la casa ya que no podía detenerme y no quería salir de mi casa. No podía dejar de pensar… Esta no era la fantasía que yo tenía con Florinda, ni la que tenía de estar con dos mujeres. Lo notaba al no sentir tanto orgullo, ya que no sabría si debería jactarme de esto.

La noche se acercaba y yo seguía indeciso y con los más perversos temores hasta que…

-¡TA, TA, TA, TAA!-Ese grito fue lo que escuché junto a la descarga de seis proyectiles. Me quedé con la respiración en completo suspenso… Pude imaginar lo que había pasado…

Quizás yo soy el culpable por haberme dejado descubrir, o por no haberle dicho hace tiempo lo que sentía…

En su defensa Jirafales argumentó que su grito había sido después de los disparos al encontrar el cuerpo de Florinda, aunque el primero en encontrar el cuerpo fue Kiko y fue el primero en interpretar que había sido un accidente.

Kiko fue acusado duramente por Clotilde que asegura que él y Jirafales son cómplices, ya que ambos mantienen una relación amorosa.

La Señorita Clotilde pidió justicia hasta el último día del juicio, luego no se supo más de ella, aunque juró vengarse.

Jirafales quedó en libertad pero fue condenado por la justicia de su conciencia, ya que casi todas las tardes se prepara un café, se acuesta sobre unas rosas que previamente tiende sobre su cama y se masturba hasta llegar hacer la vertical con las rosas clavadas en su espalda, solo para acabarse en la cara.

Kiko quedó impune por su enfermedad y se quedó viviendo con Jirafales.

Don Ramón desapareció y ya nunca se supo más nada de él… Solo que cada tanto se encuentra con Clotilde en el cementerio y homenajean a Florinda sobre su tumba, que ahora mira… Crecer las rosas desde abajo….

Epílogo y explicación del chiste

El más poronga, una cualidad que a muchos llena de orgullo, esa estupidez que el hombre mama desde niño como putito, a su propia vanidad, y que en algunos casos terminan siendo caretas de los complejos disfrazados de histeria. Y en otros, ridículos intentos por querer imitar actores de TV. A diferencia de la estupidez femenina de envidiarse y celarse o esa necesidad de sentirse entretenida con la vida, que pretende estar en una novela constante en la que le pasen cosas y tener ocupados los sentidos más nobles, ya que de no ser así despliega un don implacable que ejerce con devoción sólo cuando está aburrida…El fino Arte de Romper las pelotas… Nosotros ejercemos otro tipo de Estupidez, la estupidez de respetar porongas grandes y admirar a grandes cogedores, ya que todos queremos ser “Elvis” y somos putitas de Hiug Heffner, y todos terminamos siendo Olmedo. Somos campeones de guitarra de aire y siempre en la final del mundo ocurre la tragedia de que el mejor jugador sufre una fractura expuesta en el partido y me llaman a “Mi”, que estoy sentado en la tribuna para que lo reemplace y hago 7 goles….1 de palomita, 1 de tijera, 1 de rabona, 1 olímpico, 1 de taco, y 1 chilena desde la medialuna del área, por ultimo 1 con la mano … Todos en el ángulo, y mientras grito el ultimo gol corriendo alrededor del campo de juego en la euforia del público, caen de las tribunas 2 bebés uno rubio de ojos claros y otro negro de ojos oscuros que rescato en el aire mientras los flashes de los fotógrafos espectacularizan el momento donde caigo del cielo con ambos bebés sanos y salvos que serán la imagen y tapa de todos los diarios, HEROE, dirán los titulados, y mis amigos esperándome con un regalo en los vestuarios, todo el 9º “B” del colegio María Auxiliadora para mí, y ellos sólo me alentarían mientras hago “opi” en todos los hoyos.

El hombre busca una madre sustituta que se pueda coger, y la mujer busca un macho que cuidar en el que pueda sentirse protegida y su necesidad muestra la hilacha del disfraz que lleva puesto, sólo para tapar los complejos que uno mismo genera por ser parte de la sociedad.

Hércules Rockefeler

2 comentarios:

Nicolás Pedretti dijo...

ey, que bueno esto, voy a seguir chusmeando, saludos.

A.Aguirre dijo...

buen blog loco, saludos.
te invito al mio...